La justicia universal existe. Todos acabamos muertos o UNDEADS

Vivir sin motivos

jueves, 24 de diciembre de 2009

Seguía los pasos de aquel hombre sin poder borrar de mi mente aquel rostro. No paraba de hablarme pero apenas le escuchaba, estupefacto y mirando hacia todos lados. No me encontraba en una iglesia, sino en un monasterio de clausura. Mientras recorríamos aquellas salas gigantescas de piedra maciza, puede ver como en la parte central del edificio había un patio interior inmenso que hacía la función de huerto. Aquel tipo no paraba de contarme cómo se autoabastecían, qué tipos de cultivos tenían, todo ello dentro de un silencio sepulcral. Todo el mundo parecía tener una función. No eran muchos, pero todos estaban ocupados en alguna labor, todos en silencio... Algunos se daban cuenta de mi presencia y se quedaban inmóviles durante unos segundos, para volver luego a su trabajo, con la misma mirada desilusionada que ofrece una condena a muerte.

Si alguna vez mis ojos brillan así, espero encontrar mi final.

Un nuevo mundo

domingo, 13 de diciembre de 2009

Cogí a Gavrilo como pude, y empecé a caminar hacia la iglesia. Su inmenso portón comenzó a abrirse lentamente mientras los cañones de dos escopetas recortadas se asomaban en la oscuridad.

-Entrad, rápido.-

Internamente guardaba unas ganas inmensas de saludar a hostias al capullo que nos había confundido con esos tarados sangrantes, pero los portadores de aquellas escopetas eran demasiado jóvenes para la voz que escuché. Eran practicamente dos adolescentes, un joven y una joven. Ambos me miraban estupefectos, como si nunca hubieran visto a alguien del exterior, pero no dejaban de apuntarnos.

Hice ademán de dejar a Gavrilo en el suelo pero rápidamente aparecieron unas mujeres de baja estatura ataviadas con túnicas sencillas y tal como vinieron, se llevaron a un Gavrilo semi inconsciente sin prestarme la más mínima atención.

-¿Señoras, a dónde van?- pregunté confundido.

La chica joven de la escopeta contestó –Son hermanas, las monjas del pueblo.-

Le devolví la mirada a aquella joven. Tenía un rostro liso, con unos ojos azulados. Una melena rubia un tanto desaliñada. Una boca pequeña...

-Bienvenido a nuestro refugio, siento el percance de hace un momento- dijo una voz varonil desde otro lado. Era el tipo que nos había estado disparando, rifle en mano.

–Ven por aquí.- No supe reaccionar. –Venga ven, no te quedes ahí parado como un pasmarote, tienes que explicarme muchas cosas.-

La primera impresión es la que cuenta

jueves, 26 de noviembre de 2009

Me pareció ver algo arriba del todo en el campanario, pero no presté atención.

No hay plaza de pueblo que se precie que no tenga una fuente y yo ya tenía sed. Continuaba a cuestas con Gavrilo sobre mi hombro y me encontraba debilitado.

Al entrar a la plaza pude comprobar que estaba en lo cierto. Una fuente con varios caños, con agua fresca seguramente, me darían vitalidad al menos por un par de horas. Me disponía a soltar a Gavrilo en el suelo para ir a la fuente, más tarde le tiraría dentro a él, para que despertase, cuando un sonido ensordecedor reboto en todas las paredes de la plaza.

-BANG-

En un primer momento no comprendí que estaba ocurriendo, pero poco tardé en entenderlo. Algo había impactado dos metros detrás de mí en el suelo. Me estaban disparando y me encontraba prácticamente en el jodido medio de una plaza. Volví a agarrar a Gavrilo con fuerza y empecé a utilizarlo como escudo humano en todas las direcciones. Creía que la amenaza se encontraba de frente, pero no lo sabría con seguridad hasta ver el resultado de un segundo disparo. Estaba demasiado lejos como para volver a la calle de donde venía. Mi única opción era agazaparme en la fuente.

-BANG-

Algo había pasado muy cerca de mi brazo izquierdo. Seguía corriendo hacia aquel refugio improvisado. Ya tenía claro desde dónde disparaba quien fuera. El hecho de que algo rozara mi brazo e impactara apenas unos escasos metros detrás delataban su posición. El campanario.

Conseguí llegar hasta los caños lanzándome en plancha junto con Gavrilo. El muy desgraciado ni se despertaba.

-BANG-

Ahí no tendría ningún tipo de escapatoria. Necesitaba a Gavrilo despierto. Con dos objetivos, el tirador dudaría a quien disparar y eso nos ofrecería un tiempo añadido importante para huir.

-BANG-

Observé que no lanzaba una ráfaga de disparos aunque tuviera la oportunidad, como cuando me dirigía escasos momentos antes hacia la fuente. Así, aproveché que acababa de disparar y lancé a Gavrilo todavía inconsciente a la fuente y me volví a esconder. 1 segundo, 2, 3, 4, 5... El muy desgraciado no reaccionaba y me encontraba sin ningún tipo de salida. 10, 11, 12, 13. No sabía si debía sacarle o ver cuanto era capaz de aguantar. Opté por lo segundo.

-BANG-

Joder, no paraba ese cabrón de disparar en cuanto asomaba algo sobre la fuente. 22, 23, 24, 25... Gavrilo resucitó levantándose mientras tosía agua que se había tragado. Intenté agarrarle y tirarle fuera del campo de tiro enemigo junto a mí.

-¡Gavrilo, nos están disparando!- le grité para que reaccionara rápidamente y volviera de su estado de confusión.

-BANG-

Pude ver claramente como un disparo impactó sobre su hombro y le lanzaba fuera de la fuente. Comenzó a gritar desde el suelo -¡Ahhh, joder, que alguien me ayuuude!-.

Desde arriba del campanario aquel tirador voceó -¿Sois humanos?-.

Grité -¡Bastardo!-. Contestó –¡Siii, esperar, bajo a abriros!-.

Con la iglesia hemos topado

miércoles, 18 de noviembre de 2009

No sabía qué hacer en ese momento. No sentía pena por aquel jodido chiflado inconsciente. Tampoco por el otro, aunque le faltara la cabeza.

La compasión es un instinto muy humano, es cierto. Me pregunto si será producto del egoísmo y la hipocresía... para lavar conciencias.

Cogí a Gavrilo y le eché sobre mi hombro derecho. No pesaba mucho pero menos pesaba el aire. Es el precio que tenía que pagar por ser la fuente de distracción de las amenazas. Le sacaría partido.

Reanudé el paso, introduciéndome en el pueblo por aquella carretera que tanto había dado de sí. Tenía pinta campestre, con sus casitas bajas de dos alturas alrededor de una calle principal, sus aceras estrechas y ni un solo semáforo. Era una pena que no hubiera, porque tenía entendido que en las nucleos urbanos, cuando hay revueltas, estos simpáticos mobiliarios urbanos son de los primeros en caer, por detrás de contenedores, cabinas telefónicas y fachadas de negocios y bancos. Allí no había nada de eso... sólo jodidas casitas de pueblo, una tras otra, una tras otra, una tras otra. No tenía nada con lo que medir la peligrosidad de aquel ambiente. Si bien la calle desierta me podría indicar algo, también es cierto que no tenía conocimiento ni del día de la semana ni de la hora. Sólo que había amanecido hacía no mucho.

La verdad es que caminaba sin rumbo por aquella calle de dos direcciones, pero en un solo sentido. Más adelante pude ver lo que supuse sería una plaza y por encima de las casas, un campanario.

La gente, cuando está desesperada, es capaz de creer en cualquier cosa y lo que es peor, en cualquier persona. Quizás hubiera alguien allí capaz de vocalizar más de dos sílabas sin tirar saliva ni sangre por la boca.

No es que me pusiera ahora a creer en Dios pero posiblemente fuese de los pocos sitios donde hubiera algo de comer, aunque fuese un buen par de hostias.

Creer o no creer

miércoles, 11 de noviembre de 2009

-Iniciaron aquel plan - el rostro de Gavrilo comenzó a cambiar por momentos. – Si ellos, malditos. I warned them. Y ahora están ellos también. ¿No te das cuenta?. All is connect. Decían que estaba loco, jajaja, lo dijeron, me arruinaron la vida, jajaja,¿quién tiene razón?,¿has who the reason now? jajaja si... -.

El muy jodido tarado estaba desvariando. Le brillaban los ojos como a una hiena en la noche africana.

-¿Crees que estoy loco?¿si? jajaja. Ellos también lo pensaron, jajaja. ¿Don’t you understand? jajaja, ¿te parece una casualidad? -entonces me cogió por los hombros, como si tratara de convencerme- crisis mundial, nuevo orden mundial, bestias asesinas, la población envejecida jajaja, todo cuadra. Yo sólo quería investigar, ellos sabían que estábamos por el buen camino y me apartaron, I’m a genious. Teníamos miedo de que nos descubrieran... me presionaron, me coaccionaron, yo sólo quería investigar-.

Me estaba irritando demasiado. Me soltó y comenzó a desvariar, ensimismado, hablando cada vez más fuerte, girando sobre sí mismo extendiendo los brazos como dando muestras de algo evidente.

-Ellos... kill everybody... me arruinaron... ¡dammed!... no era el plan, ¿o sí?... traicionado por todos.-

-¿Quienes son ellos?- intenté llamar la atención de su delirio.

-Sangre, saliva, mucosas, kill, kill, KILL-

Mi paciencia me perdió y le golpeé en el estómago, no se me ocurría una manera mejor de calmarle.

-All is connect... Project... Undeads...-

Arrodillado en el suelo, entre gemidos y toses, se desmayó.

La hora de la verdad

martes, 3 de noviembre de 2009

No le di ni un solo respiro. Le pregunté:

-¿Qué es lo que sabes?.-

Creo que ni tan siquiera me llegó a oir entre sus llantos. No tuve paciencia. Grité.

-¡Gavrilo, qué es lo que sabes!.-

Seguía llorando en el suelo, retorciéndose de la tensión acumulada en su trifulca. No quise esperar más. Me puse encima suya y le aparté los brazos del rostro. Fue entonces cuando me miró y paro de llorar. Rápidamente se escabulló y empezó a mirarse a sí mismo por todo el cuerpo hablando solo,”no estoy herido, no estoy herido, no estoy herido...”.

Pensé en volverle a la realidad con un golpe en la boca del estómago, pero eso retrasaría sus respuestas. Le di una última oportunidad agarrándole fuertemente la cabeza con las dos manos.

-¡Gavrilo, dime todo cuanto sepas!-

-Vale, vale, vale -seguía gimoteando- todo empezó cuando... .-

Kepler el ignorante

jueves, 29 de octubre de 2009

-¡Espera Kepler!- gritaba Gavrilo mientras no podía alcanzar el ritmo.

-¡Acaso no sabes lo que está ocurriendo!- sus gritos cada vez eran más lejanos, pero no dejaba de seguirme.

No entendí esa última pregunta pero en ese momento poco importaba. Mis ojos estaban puestos en aquel sujeto vacilante. Su forma de moverse me era familiar, pero no era capaz de encajarle en ningún recuerdo de mi memoria. Corría sintiendo todos y cada uno de aquellos pasos en plena libertad, corría pletórico.

No sabía muy bien cuál era el motivo de mi ansia por llegar. Sería la emoción por el conflicto. O el nerviosismo de las situaciones caóticas. ¿Quizás la experiencia de poner una vida en juego?. Puede que una mezcla de todo.

Le podía ver con claridad. A diez metros tenía delante una persona bastante herida. Si algo he aprendido en esta vida, es que toda víctima tiene su verdugo.

Me detuve al mismo tiempo que aquel tipo dejó de contonearse. Estaba quieto, pero su cabeza todavía bailaba levemente al son de una música que no conseguía escuchar. “Menudo jodido tarado” me dije. Miraba al suelo y unos pequeños gimoteos le salían de su boca sangrante. Alzó su rostro y pude observarle. Con la boca abierta, parecía como poseído y sus ojos reflejaban una ausencia de humanidad total. Mala manera de empezar mi primer día de libertad pensé.

Aquél energúmeno se abalanzó sobre mí. Era rápido pero falto de reflejos. Me incliné hacia la derecha y pasó de largo en contra de su voluntad. No me molesté ni en golpearle. Gavrilo venía corriendo detrás y se topó de frente con él. Chocaron frontalmente y calleron al suelo. Empezaron a zarandearse mutuamente.

-¡Aaaaaaaaaah!, ¡aaaaaah!- Gavrilo no paraba de gritar- ¡joder ayúdame Kepleeeeer, ahhhhhhh, ayúdameeeeeeee!-. La bestía no articulaba palabra alguna, solamente babeaba saliva y sangre intentando morderle a la vez que gemía como un león furioso. Gavrilo intentaba deshacerse de él con sus brazos y piernas y evitando ser mordido. El otro apenas utilizaba sus extremidades para atacar, sólo pensaba en morder.

-¡Socooorrooooo aaaaaaaah!.-

Aquella no era mi guerra. Yo no le pedí que me siguiera. No me interesaba ver como acababa aquella contienda. Estaba a punto de marcharme cuando caí. Gavrilo había dicho “¿acaso no sabes lo que está ocurriendo?”. Algo sabía y yo debería saberlo. Pensé que mejor sería obtener la información estando vivo que no muerto o agonizando. Mucha gente divaga cuando está cerca de la muerte.

Corrí hacia ellos. Gavrilo estaba perdiendo la batalla. Aquel animal estaba encima de él, cerca de conseguir su objetivo. La inercia me ayudó a patearle en el cuello y partírselo, medio arrancándole la cabeza del tronco. Su cuerpo inerte cayó al lado de un Gavrilo lloroso.

Caminos a la perdición

martes, 27 de octubre de 2009

Comencé a caminar en sentido contrario al camión, ignorando la señal de tráfico. Había divisado una pequeña población en la distancia.

Gavrilo reinició la marcha unos segundos más tarde y tuvo que acelerar para seguirme el rastro.

No tenía otra opción que acercarme a cualquier núcleo urbano. Mi plan estaba cambiando. Antes de salir de mi habitación pensaba resguardarme en el campo y las montañas. Ahora me dirigía hacia donde lo que en un principio había intentado evitar. Nunca me había llevado bien con las normas del mundo civilizado. Pero necesitaba alimentos y agua. Un mejor calzado también sería apropiado. La indumentaria no me importaba, incluso puede que me solventase alguna que otra situación. Nadie querría intimidar a un tarado.

Gavrilo me distrajo de mis divagaciones.

-Esa gente es estúpida, se merecen lo que les va a pasar, ¿eh?-

Continué caminando sin contestarle.

-Un momento... ¿tú eres Kepler verdad?-

No disminuí el paso. Se hizo un silencio largo. Le miré de reojo. Me estaba acercando a la población.

-¿Es verdad eso que dicen?-

-Cállate- le espeté.

Un cuerpo tambaleante se asomaba por el medio de la carretera que entraba al pueblo.

Cerré los puños con fuerza y comencé una carrera ligera por el asfalto.

Ciudadanos

viernes, 23 de octubre de 2009

Su rostro cambio ligeramente y sus ojos se desviaron de mi cara. Miró a la carretera, hacia el sol. Le acompañé con el gesto. Podíamos ver como un camión se acercaba por la carretera.

Era un camión militar de mercancias. Ya podíamos verlo claramente. No pensamos en huir, ni tan siquiera nos escondimos. Venía sólo ese camión. Sin ningún tipo de escolta ni jeeps, ni por delante ni por detrás. Ese vehículo no venía en nuestra captura. Nos apartamos hasta la cuneta. Gavrilo dio un paso atrás situándose en una segunda fila. Permanecimos estáticos e inmóviles. Al acercarse a nosotros bajaron la velocidad, sin detenerse. El vehículo estaba bastante dañado.

Las lunas rotas, la parte frontal con abundantes daños, manchas de sangre por doquier... conducía un chaval joven, militar, al menos iba vestido como tal. Parecía muy cansado. El copiloto era un tipo más adulto, con barba, sujetando una ametralladora. Nos miraban fíjamente.

Gavrilo dio un paso al frente e intentó advertirles de hacia donde se dirigían.
-No vayáis...

Rápidamente aquel barbudo nos apuntó nerviosamente con su arma. Gavrilo calló.

Siguió pasando el camión. Donde debería haber paquetes y cajas militares, sólo había gente. No eran muy numerosos. Todos iban sentados. Todos cabizbajos. Todos callados. Nos miraron y reaccionaron indiferentes.

¿Eso era lo que quedaba de la sociedad?

Conocido

martes, 20 de octubre de 2009

Le miré a los ojos fijamente mientras él me seguía ofreciendo su mano. No sabía si debía fiarme de una persona que me había estado siguiendo toda una noche.

Me entraron ganas de golpearle. Es una buena manera de empezar una relación. Consiste en atacar de primera instancia para dejar claro los roles, similar a cuando dos machos se disputan el liderazgo de una manada. Se aprendía bastante de los documentales en vhs sobre la naturaleza. Jodido Jony...

Entendí que no era ninguna amenaza. Por un lado, no se habría esperado a la luz del día para iniciar un enfrentamiento frontal. Segundo, delató su sumisión al agachar la cabeza al tenderme la mano.

Le estreché mi mano derecha.

Empezó a esbozar una sonrisa. Se le veía contento. Yo sin embargo, me sentía extraño. Hacía tanto que nadie me había ofrecido su amistad. No sé si así es como se hacían los amigos. Nunca los necesité. Nunca los tuve.

Gavrilo

jueves, 15 de octubre de 2009

Seguí mi camino por la llanura. La cúpula del cielo sutílmente empezó a cambiar de color. Estaba amaneciendo en un claro día de Octubre. Mis bohemios pensamientos desaparecían con la claridad. Con la medicación nunca podía divagar.

Intentaba ir hacia el Este. No tenía claro el motivo de por qué iba en esa dirección, pero ya no tenía sentido volver hacia el Oeste en donde apenas brillaba una luz. El sanatorio ardía bien en el horizonte.

Era el momento de dirigirse hacia la carretera y encontrar alguna señal de tráfico que me indicara mi situación en la península. Durante toda la noche no había habido ni un solo coche por aquella carretera. No sabía si realmente era poco transitada o tenía algo que ver el incidente del camión.

Sólo me acercaría a la vía si divisase algún cartel. El asfalto es el último sitio donde uno ha de permanecer si desea pasar desapercibido. Normalmente no me importaba lo que ocurría en la sociedad, ni tan siquiera las vidas ajenas pero algo debía haber pasado para que nos dieran barra libre en aquel centro de salud mental. Quien sabe si había estallado una guerra civil o quizás una guerra mundial.

Pude ver una señal de tráfico a lo lejos. Estaría a unos 200 o 300 metros. Los rayos de sol impactaban en mi retina cegándome. Debería acercarme bastante más si quería leer algo. Posiblemente durante la noche pasé de largo más señales de tráfico, pero no podía exponerme tanto. Mis teorías de momento estaban dando resultado.

Saqué el mapa del interior de mis pantalones. La verdad es que estaba ansioso por saber mi ubicación. Casi ya podía leer la señal. Una extraña sensación me hizo volver la mirada hacia atrás.

Alguien me había estado siguiendo. Aquellos pensamientos profundos de la noche habían dispersado mi precaución, “¡maldita sea!”.

Se percató de que le había visto. No realicé ningún movimiento. Fue entonces cuando se irguió y levanto un brazo al cielo saludando. No sonreía, pero su paso era tranquilo. Caminaba bastante sucio, con la ropa y piel casi cubiertas de un polvo negro. No era un chamuscado salvaje. Supuse que era hollín.

Sabía desde dónde me seguía. Iba vestido igual que yo.

Me tendió amistosamente su mano negra.

-“Hola, me llamo Gavrilo”.




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Paradoja

miércoles, 14 de octubre de 2009

Caminé de noche paralelo a la carretera. La brisa y las estrellas me relajaban.

“Qué he de hacer en un mundo que no es el mío”.

“Esas criaturas animales... “
“Las mismas que me han atacado, me han brindado la libertad”.

“Esas criaturas humanas...”
“Las mismas que me persiguieron, son las que han desaparecido”.

“Qué he de hacer en un mundo que no entiendo”.

“El destino no existe. La justicia no existe. La esperanza no existe”.

“Qué he de hacer en un mundo para el que nací”.

Payback

domingo, 11 de octubre de 2009

Rápidamente, al cruzar la puerta, me desplacé a la izquierda para cubrirme las espaldas con la pared. Si algo me hubiera seguido desde dentro del edificio, seguro que me habría atacado en ese momento. Al ser diestro podría golpear con más fuerza desde esa situación.

“Hubiera jurado cuando salí de la biblioteca, haber oído mucho jaleo aquí fuera”. Esperaba ver la respuesta a tanto griterío. La encontré relativamente.

No había mucha gente. Todos estaban tirados en el suelo. Algunos apenas tenían escoriaciones aunque podrían haber muerto desangrados. Otros difícilmente se podrían distinguir de fiambreras gigantes.... pero faltaban cuerpos. No había suficientes cadáveres ahí tirados. ¿Dónde habrían ido?

Daba igual. Me marchaba de este lugar para no volver jamás. Partía sin alimentos y sin ningún tipo de arma. No atravesaría el jardín corriendo. No hasta que no viera una amenaza. Correr no sólo mostraría miedo sino también me impediría razonar mejor y agotaría mis fuerzas antes de que fuera necesario.

Si yo fuera un depredador, esperaría al final del jardín, en el hueco que había dejado el camión en llamas. Ahí el efecto embudo sería mi aliado...

Caminaba con paso ligero. En línea recta. Cada dos o tres pasos miraba a un lado y a otro, pero sin detenerme. Mientras, mirada al frente. Oídos afilados, sólo esperaba escuchar mis propias pisadas y el fuego del camión. No paraba de sortear cuerpos. A veces tenía que evitar pisar algunos miembros. A saber de quien serían.

Un gemido sonó bastantes metros por detrás. Me giré. Uno de esos infelices que estaba tumbado boca abajo se movió ligeramente. Estaba vivo. El condenado no tenía un brazo y el otro lo tenía medio colgando. El muy cabrón se retorcía para poder levantarse. Estaba totalmente ensangrentado y aún así le estaba poniendo un buen par de huevos. Se alzó definitivamente y levantó la cabeza... ¡joder, era Jony!. Me miró y caminó hacia mí. Estaba tambaleándose pero el muy jodido no se detenía. Creo que en ese momento se había ganado que no le abriera la cabeza como había prometido.

Di media vuelta y continué mi camino. Me daba cierta confianza el hecho de que estuviera él ahí. Sería el primero en caer si una emboscada venía por la retaguardia. Tuve la sensación de que a cada paso que daba, las agonías de Jony sonaban más. Estaría aligerando el paso. No importaba. Él me conocía y sabía que si me atacaba por la espalda, se arrepentiría.

Apresuré el pasó. El jardín empezó a hacerse demasiado largo. El fuego ya sonaba vívamente y su resplandor era cegador, pero tenía que pasar por ahí. Admito que bajé las defensas. Cuando me quise dar cuenta, esos balbuceos sonaban demasiado cercanos. Algo me dijo que tenía que girarme. Lo hice. Su rostro. Lo vi. Totalmente lleno de sangre. Quizá su propia sangre. Con la boca abierta. Sus ojos. No eran sus ojos. Se lanzó hacia mí. Pude ver como intentó morderme. Jodeeer. Le metí un gancho tirándole dos metros atrás. Sentí como le había partido la mandíbula en dos. Volvió a levantarse. Esta vez con la cara totalmente desfigurada. Me perseguía el muy desgraciado. Sin un brazo, la mitad del otro, la cara partida y obsesionado con morderme. Se me acabó la paciencia. Arranqué hacia él y salté con los pies por delante a la altura de sus rodillas. Oí el estallido de sus rótulas. No gritó de dolor. Al levantarme me agarró del tobillo con lo que le quedaba del brazo. Mi otra pierna se alzó noventa grados y cayó sobre su cráneo.

Reinicié mi camino, para nunca volver.

Salí de aquel lugar, pisé suelo exterior.

“Ése no era Jony, no era ninguno de sus movimientos, no era su forma de atacar. Como si fuese un perro de presa”.

“Ése no era Jony”.

Cumplí mi promesa.

Pobre Diablo

jueves, 8 de octubre de 2009

El chamuscado había subido por la escalera de emergencia, sería por algo. Comencé a bajar por la principal. Si me encontraba con algún enemigo, dada mi posición superior, partiría con ventaja en el ataque.

Sabía que fuera me esperaba un jardín y después, el mundo exterior.

“Odio la medicación” me decía.

Cuando estás solo mucho tiempo, aprendes a hablar solo.

“Este lugar sólo tiene una salida, una jodida salida. No es una casita de madera con su jardincito, con una entrada principal y otra para el servicio. Para que señor papa y señora mama observen desde la terracita diseño colonial a sus hijitos jugar en su hipócrita sociedad del bienestar”.

Cuando estás solo mucho tiempo, aprendes a pensar.

“Nadie va a venir aquí ”.

Cuando estás solo mucho tiempo, aprendes a razonar.

“Creo que necesito tomarme la medicación, pero no hay tiempo”.

Cuando estás solo mucho tiempo, aprendes a conocerte.

“Ha llegado el momento”. Abrí la puerta que daba al jardín en llamas.

Cuando has estado solo mucho tiempo, no tienes nada que perder.

Libra

lunes, 5 de octubre de 2009

Permanecí inmóvil, ni tan siquiera me volví a agachar para evitar ser visto. El más mínimo sonido le habría alertado de mi presencia. Era espeluznante como aquella cosa introducía su rostro entre las tripas y las arrancaba de aquel desgraciado.

Intentaba entenderlo, pero nada cuadraba. Un ser humano, aparentemente varón, estatura 1’80 metros y 75 kilogramos de peso. Quemaduras en el 90 % de su cuerpo. Su escasa ropa estaba adherida a su cuerpo como si de una pegatina se tratara. No mostraba síntomas de dolor. Psicomotricidad conservada, incluso demasiado ágil dado su estado. Agresivo. Emisión de gemidos y balbuceos indescriptibles.

Dejó de comer. Por unos segundos creí que me había advertido o un sexto sentido le había revelado dónde me encontraba. Comenzó a olfatear y vio el rastro de sangre que le conducía dentro de mi celda. El muy cabrón estaba buscando más. Se incorporó y lentamente entró en mi habitación.

Qué debía hacer. Era cuestión de segundos que aquel chamuscado se diera cuenta de que en el suelo de mi cuarto sólo había un gran charco de sangre. Entonces saldría como un poseso a reiniciar su festín. Dentro tenía mi comida para la escapada, pero no me podía exponer a una pelea a muerte y menos por ese motivo.

No era miedo, sino estrategia. No debía enfrentarme a cualquier persona que me desafiara. El mundo está lleno de jodidos tarados. Llegué a la conclusión que si esa cosa estaba así, las otras siluetas que vi saliendo del camión en llamas puede que también tuvieran la misma sintomatología.

Estábamos él y yo a solas. Él dentro de mi habitación. Yo en el pasillo. Si me acercaba oiría mis pisadas y saldría. Si huía, ocurriría los mismo. Tuve una idea.

Me quité las zapatillas haciendo el mínimo ruido posible. Lentamente, me fui acercando a la puerta. Estaba ya casi al lado. Llegué y me coloqué entre lo que quedaba del tarado descuartizado y la entrada. La jodida puerta se abría hacia dentro, de manera que tenía que alargar el brazo para coger el pomo. Podía sentir como gemía el muy cabrón. Rápidamente pisé dentro del cuarto con tal mala suerte que mi pie cayó sobre el charco de sangre, llamando la atención del chamuscado. Vi como se giraba. Eso no era humano. Y zas!.

Cerré de un portazo y fijé la estaca como palanca para evitar que la puerta se abriera. Aquel tipo empezó a abollar la celda a hostias. Debía estar muy mosqueado, era una putada en toda regla.

...

Nos miramos a la cara... no podía creérmelo. Nunca vi tanta salvajez, tanto ansia por matar, tanto instinto.

Encuentro

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Me dirigía a mi habitación. Los lloriqueos de Arecibo dejaron de resonar al cerrar la puerta de la biblioteca. No me había dado cuenta. Ya era prácticamente de noche y el fuego del exterior bañaba los jardines con una luz dorada. Caminaba deprisa por los pasillos del recinto siendo consciente que algo estaba ocurriendo ahí fuera, demasiados gritos... pero no podía distraerme más, así que ni tan siquiera miré por los ventanales vallados.

La explosión anterior habría provocado alguna avería en el cuadro eléctrico y estaba empezando a provocar cortes intermitentes en la iluminación de todo el recinto. Parte de la culpa también la tendrían los viejos generadores de luz de emergencia que supongo que sitios como estos irían provistos.

Tenía que apurarme si no me quería quedar encerrado aquí para siempre, ningún psiquiatra en su sano juicio me indultaría habiendo matado a un chalado con mis propias manos. “Debí haber razonado mejor joder, su cuerpo está apoyado sobre la pared de mi habitación y hay un puto camino que indica que la sangre proviene de mi celda”. Murmuré mientras me guiaba doblando las esquinas de este laberinto.

Mi médico decía que tenía que controlar mis impulsos y razonar, siempre razonar. Siempre lo hacía. Siempre razonaba como podía reducir a mi presa de forma más efectiva. Siempre.

Se me estaba haciendo tarde, demasiado. Menos mal que ya estaba llegando a mi celda. Iba repasando qué era lo que necesitaba. Cogería algo de comer, mi boli y mi libreta. Con eso y la estaca que llevaba encima podía ser suficiente. Una pena que no me diera tiempo a utilizar el extintor. Si Jony se acercara por mi habitación...

Estaba un tanto confuso. No me importaban nada estas salas frías como el hierro, pero sentía cierta añoranza sin todavía haberme ido. Tenía recuerdos en cada una de las que iba atravesando.

Llegué a mi pasillo. Me detuve. Me agazapé y observé. El tarado falto de amigos estaba agonizando, sangraba mucho, pero ahí estaba el muy cabrón, todavía vivo. No era capaz de levantarse, las piernas las tenía medio inmóviles o algo parecido. La verdad es que no recuerdo bien dónde le golpeé. Él agitaba lentamente los brazos de un lado al otro, como haciendo ademán de querer levantarse hacia un lado primero, hacia otro después. Estaba como ido. Creo que eran sus últimos movimientos.

Al fondo del pasillo apareció un cuerpo entre la oscuridad de la escalera de emergencia. “Menuda mierda de luz de emergencia” me he dicho siempre. Miré fijamente calibrando sus pasos, sus movimientos de cadera y el baile de sus brazos al caminar. Ya le tenía.

“Esta vez sí” me dije en voz alta seguro de mí mismo. No podía haber nadie tan capullo aquí de moverse de esa manera. “Ése es Jony” pronuncié mientras me levantaba.

Aquel cuerpo oscuro empezó a correr hacia delante, hacia mí, hacia el tarado, hacia no se dónde. Era muy rápido. Era salvaje. Era voraz. Mis pupilas se dilataron al compás de su aceleración para intentar descifrar quién era. No era Jony. Yo le había visto correr, saltar y atacar. Era un hombre negro. Se movía muy rápido. Espera no, no era negro... estaba totalmente negro, estaba totalmente quemado. Se abalanzó sobre el chalado que ni tan siquiera le vio venir. Empezó a morderle por todas partes como si de un depredador se tratara. No era humano. No parecía humano. El otro no podía ni tan siquiera resistirse y se limitaba a moverse lentamente mientras cada vez más sangraba por la boca y por todos los pedazos de carne que esa bestia le estaba arrancando. Se limitaba a dejarse ser comido.

No podía creérmelo. Nunca vi tanta salvajez, tanto ansia por matar, tanto instinto.

El mensaje de Arecibo

lunes, 28 de septiembre de 2009

Me inquietó ver como esos cuerpos extraños salían del fuego caminando con tranquilidad, cada vez más rápido. Todos menos la silueta del conductor del camión.

No me entretuve ni un segundo más. Era el momento de preparar la huida. Debía pensar rápido. Dentro de nada todo esto estaría lleno de maderos, bomberos y hasta el ejército. Pero no podía salir corriendo como una gacela campo a través. Joder, es que ni tan siquiera sabía dónde cojones me encontraba en la puta península. Necesitaba un mapa o aunque fuera una guía de carreteras. Sabía que debía evitar todo tipo de vías urbanas y caminos, pero necesitaba alguna referencia para saber mi localización, algún cartel de tráfico o similar. Una vez conseguido esto, tendría que dirigirme hacia algún paraje medio salvaje donde permanecer algunos días. Ése supuse que sería mi mejor hábitat, al menos por el momento.

Sabía donde podía encontrarlo. La biblioteca era un lugar diferente. Ahora que todo apestaba a mierda en el recinto, contrastaba con su suelo impecable, su silencio sepulcral. Estos días nadie entraba. Nunca nadie entraba. Una ligera capa de polvo cubría las estanterías y mesas. No es que fuera muy grande, pero si lo suficiente como para encontrar algo del tema que quisieras. No tardé en encontrar una pequeña guía plegable de carreteras. Puede que no fuera su sitio correcto pero no importaba, estaba en el primer lugar donde intuí que estaría, en el estante de geografía.

Creía que todo andaba bien, cuando leí de que año era: 1974. Maldita sea. No había nada mejor.

Me di cuenta entonces. El silencio ya no era tal. Un susurro, unos dientes chasqueando, quizas unos sollozos, provenían de algún lugar de la sala. No estaba sólo. Grité con fuerza para intentar disuadir esa amenaza. El sonido no remitía. No crecía su intensidad, pero tampoco disminuía. Mi respiración fue incrementándose. Cada vez más. Ya no era respiración, eran jadeos. Cada vez más. Ya no eran jadeos, eran gemidos. Más, más, más. Empecé a sentir los latidos de mi corazón. Cada vez más. Los sentía en mí cabeza. Los sentía en mis tímpanos. Casi estaba sordo. Cogí una silla de madera, la rompí contra el suelo. Ya tenía una estaca con la que atacar. Empecé a dirigirme al murmullo. Lentamente. Apreté los dientes mientras salivaba fuertemente. Estaba fuera de mí. Un paso. Otro. Otro más. Ahora sí crecía el murmullo. Giraba cada estante preparado para atacar con todo mi ser. Sólo quedaba la última estantería. Asomé mi cabeza a la par que el arma. Pero no. En la última esquina, algo o alguien estaba arrinconado en el suelo. Estaba tiritando. Me encontraba a punto de clavarle la madera en la cabeza, cuando la giró... estaba llorando. Ya no importaba, iba a matarle. De repente, algo brilló en sus manos. Tenía un teléfono móvil. La tensión que tenía acumulada en el cuerpo se dispersó al quitárselo.

Un teléfono le había salvado la vida.

Miré el cacharro, era viejo, pero tenía pinta de conservarse bien. Las teclas no estaban prácticamente desgastadas. Apenas le quedaba batería. Era curioso. No había cobertura. No había logotipo de ninguna compañía telefónica. El teléfono estaba marcando el 112, pero nadie contestaba. Miré el historial de llamadas, 13 llamadas al 112. Miré al rostro de quien permanecía arrinconado llorando.

Era Arecibo. No le conocía mucho, sólo sabía de él que era muy introvertido y que estos días le habían dado palos por todos lados.

Le solté el teléfono a los pies. Me di media vuelta en dirección a mi habitación.

“¡¡¡No me dejes!!!” me gritó.

Seguí caminando.

Le abandoné.

Instinto

martes, 22 de septiembre de 2009

No lo he podido reprimir. He salido rápidamente de mi jaula y he corrido como un poseso hacia la entrada del recinto. No me daría cuenta hasta más tarde de que quien quería ser mi amigo, todavía agonizaba en el suelo.

Era increíble. Era maravilloso. Era jodidamente espectacular. Todos mis compañeros estaban ahí conmigo en los jardines. Todos mirábamos anodadados. Todos se pusieron a jalear ruidos y a brincar con los brazos en alto. Yo me quedé inmóvil. Inconscientemente tenía una media sonrisa en la boca.

Un camión cisterna había impactado contra la entrada de seguridad y todo ardía con intensidad. Entre las llamas se vislumbraban varios cuerpos en movimiento.

Era bello.

Sabía que no debía salir. Bueno, sabía que debía salir y seguir mi instinto.

Independencia

domingo, 20 de septiembre de 2009

No soy la niñera de nadie. De hecho, no sé si sé cuidar de mí mismo. Tanto tiempo encerrado, con horarios controlados y estrictas normas, aislado de la sociedad, me da cierta sensación de no saber hacia donde voy. No soy el único.

Algunos nos conocemos tanto que sabríamos memorizar las manías del resto. De hecho, desde mi “habitación” jugaba a estudiar todos los movimientos de la gente. Era uno de mis pasatiempos favoritos. No sabía sus nombres, ni falta que hacía. Tenía la sensación de que algún día les daría caza.

La independencia requiere cierta entereza y firmeza de carácter de las que muchos de mis compañeros carecen. Esto unido a la falta total de medicamentos psicotropos en sus sistemas nerviosos ha dado lugar al caos total. Unos han estallado en delirios y llantos, otros se han vuelto más violentos y alguno parece que se ha suicidado.

De momento, mientras entiendo la situación, permanezco aislado en mi “celda”. Tengo cama, alimentos y un inodoro. Estoy tranquilo mientras nadie me incordie. Le advertí al tarado ese que se marchara de allí, que no quería ningún compañero y parase de joder con el extintor. Ahora descansa en paz en el pasillo y tengo un posible arma.

Un momento, algo grande ha estallado cerca de aquí.

Libertad

jueves, 17 de septiembre de 2009

Últimamente se está muy bien aquí. Cada vez hay más libertad. No tenemos visitas ni de doctores ni de asistentes sociales. De hecho el otro día Jony se lio a golpes con dos compañeros y no vino ninguna manada de seguratas a separarlos.

Además ya no hay horarios. Si me apetece me acerco a las cocinas y pillo algo. Y duermo cuando quiero. Incluso he tenido que repartir alguna que otra hostia para poder dormir, joder la gente no para de gritar, hoy en día no se respeta nada.

Aunque todo empieza a estar un poco sucio, creo que las señoras de la limpieza también se han pirado. Y hace tres días que dejó de funcionar la televisión y hoy ni siquiera la radio, sólo ruido. Es curioso como para no funcionar ninguna de las dos, emiten el mismo sonido. Joder es que no funciona ni el vídeo por culpa del puto Jony. Voy a reventárselo en la cabeza. Antes de que me pire de este sitio tengo que abrírsela.

Ahora mis pasatiempos son mi boli y mi libreta. Y como siempre mis flexiones.