La justicia universal existe. Todos acabamos muertos o UNDEADS

Dos perros cazadores

sábado, 29 de mayo de 2010

La noche avanza. Canes Venatici o lo que creo que es aquella constelación, aguardan vigilando en el mar negro infinito. Fieles e incansables, las estrellas siempre están ahí.

Espero al amanecer y cierro los ojos despidiéndome de mis futuras guías.

Alguien se acerca silenciosamente. Con un movimiento delicado, se sienta en el suelo apoyando la espalda en mi lecho. Permanezco inmóvil investigando quién es. El aroma es fresco, joven. Su compañía me sosiega y a la vez, me inquieta. Siento una calma interior y a su vez, una inquietud. No llego a visualizar quién es. Muevo la cabeza, pero no alcanzo a ver.

-¿No puedes dormir?-

Es ella. Sí, es ella. No sé por qué, pero me siento extraño. No me conozco.

Continúa, aunque no he contestado.

-Los turnos por la noche son más duros.-

Hace una pausa.

-Y más aburridos…- Dice mientras suspira una ligera risa.

Intento inhalar su aliento. Apenas lo consigo.

-Al menos puedes moverte.- espeto.

Al momento, siento como la cuerda de mi muñeca derecha se suelta. Levanto el rostro. La veo. Me está mirando. Sonriendo.

Una noche más...

martes, 4 de mayo de 2010

Permanezco tumbado en este colchón de paja. Siempre me despierto. Contínuamente. Por culpa del mismo sueño.

Descanso a la intemperie, atado, mirando al cielo, mirando las constelaciones. Las estrellas siempre perduran ahí, inamovibles, imperturbables. Aparentemente muertas pero inmensamente vivas. Por culpa del mismo sueño.

Duermo ligado a mi cama obligado a ver el Universo. Es la manera más pacificadora de volver cuando te despiertas con ganas de matar. Por culpa del mismo sueño.

Siempre es el mismo. Veo mar, mucho mar. Estoy en una especie de acantilado. Oigo ruido, mucho ruido. Un zumbido azota mis oidos por detrás. Siento rabia, mucha rabia. Golpeo con mis manos un olivo...

In crescendo

martes, 2 de febrero de 2010

Mucho tiempo ha pasado desde la última vez que me encontré conmigo mismo.

Mucho tiempo desde que describo mis pensamientos.

Siento que este lugar ha sido siempre mi hogar, pero no recuerdo haber vivido algo ni tan siquiera similar. Siento que este sitio ha sido diseñado para una mente diferente como la mía y a su vez, no consigo adaptarme.

Es tristemente acogedor.

Es silenciosamente agradable.

Todo es plácido y pausado. Apenas hay emociones. La gente intenta estar siempre ocupada, supongo que para no pensar. A mí principalmente me han encargado tareas de fuerza bruta. No me relaciono con nadie y creo que eso ha hecho suponer a la gente que tengo pocas luces.

De vez en cuando voy a visitar a Gavrilo y hasta hace nada estaba semiinconsciente o rabiando de dolor. El tiro que recibió se infectó y casi no lo cuenta. Todavía no he podido hablar con él pero ya está mucho mejor. Aquí comemos bastante bien.

Todos viven como yo he vivido.

Todos sienten como yo he sentido.

Estamos al mismo nivel, pero ellos están cayendo. Yo subiendo.

Fe

viernes, 1 de enero de 2010

Llegamos a una habitación no muy grande, algo fría. Una mesa de madera y un par de sillas antiguas eran el escaso mobiliario que había. Nos sentamos frente a frente. Esta vez no estaba sentado delante de ningún siquiatra.

Una mano pálida me acercó un tazón de leche por la espalda. Ni tan siquiera pude ver su rostro. Desapareció del cuarto. Nos quedamos solos.

-Beba, es leche de cabra.- dijo en un tono amable el anfitrión.- Disculpa si no me he presentado. Me llamo Samuel, pero todos aquí me llaman Sam. Y no te preocupes por tu amigo, estará en buenas manos... siempre y cuando esté sano.-

-No es mi amigo. Tan solo eramos... conocidos, Samuel.-

Se percató de que yo estaba manteniendo las distancias y aún así continuó con su tono conciliador.

-Dime, creo que todavía no has dicho cómo te llamas. ¿Y de dónde vienes?-

Apuré un gran trago antes de contestar, no fuera que mi simpatía me aguara mi último trago.

-Kepler, mi nombre es Kepler. Mi pasado... es mi pasado, como mi nombre. No tengo que dar explicaciones.-

-Bueno bueno, tranquilo entonces... Kepler. Sólo era para conocernos un poco mejor y para que me explicases de dónde venías, hacia dónde ibas y cómo diablos has podido sobrevivir ahí fuera. Maldita sea, esas bestias están acabando con todo.- Terminó esta frase bajando la mirada al suelo, a un lugar perdido cualquiera.

Se quedó pensativo durante unos segundos, luego reaccionó.

-No importa. Eres un hombre callado, pero noble entonces. Si el otro tipo que venía contigo no era tu amigo y le ayudaste en mi ataque... Dime, ¿eres consciente de en qué situación vivimos?¿traes noticias del exterior?-

Bajé la guardia con aquel hombre aparentemente cada vez más frágil

-Digamos que he estado durante un tiempo viviendo retirado.-

-Vaya ya entiendo. Entonces puede que algo de lo que te cuente ahora te sorprenda un poco. Todavía no me termino de creer que hayas estado con vida ahí fuera. El mundo ha cambiado mucho, ha cambiado radicalmente. Todos los estamentos de la sociedad civilizada han sido barridos en cuestión de escasas semanas. Te confío mis pensamientos más sinceros y no me preguntes el motivo. Puede que vea en ti a un líder de una manada que nos pueda guiar. Puede que sea simplemente la necesidad de creer en algo desconocido. Puede que sea el sentimiento interno de que cómo has venido, te irás y mis secretos marcharán contigo. No puedo derrumbarme delante de todos ellos, porque siento que a veces yo soy su único sustento. Algunos sólo duermen si estoy cerca con mi rifle. Otros lloran a mi cintura intentando encontrar paz en su desamparo. Y yo sólo soy un hombre.-

Bajo la cabeza, apoyó los codos en la mesa y situó sus manos sobre una pequeña calvicie que asomaba

-Nada volverá a ser como antes, jamás.