La justicia universal existe. Todos acabamos muertos o UNDEADS

Vivir sin motivos

jueves, 24 de diciembre de 2009

Seguía los pasos de aquel hombre sin poder borrar de mi mente aquel rostro. No paraba de hablarme pero apenas le escuchaba, estupefacto y mirando hacia todos lados. No me encontraba en una iglesia, sino en un monasterio de clausura. Mientras recorríamos aquellas salas gigantescas de piedra maciza, puede ver como en la parte central del edificio había un patio interior inmenso que hacía la función de huerto. Aquel tipo no paraba de contarme cómo se autoabastecían, qué tipos de cultivos tenían, todo ello dentro de un silencio sepulcral. Todo el mundo parecía tener una función. No eran muchos, pero todos estaban ocupados en alguna labor, todos en silencio... Algunos se daban cuenta de mi presencia y se quedaban inmóviles durante unos segundos, para volver luego a su trabajo, con la misma mirada desilusionada que ofrece una condena a muerte.

Si alguna vez mis ojos brillan así, espero encontrar mi final.

Un nuevo mundo

domingo, 13 de diciembre de 2009

Cogí a Gavrilo como pude, y empecé a caminar hacia la iglesia. Su inmenso portón comenzó a abrirse lentamente mientras los cañones de dos escopetas recortadas se asomaban en la oscuridad.

-Entrad, rápido.-

Internamente guardaba unas ganas inmensas de saludar a hostias al capullo que nos había confundido con esos tarados sangrantes, pero los portadores de aquellas escopetas eran demasiado jóvenes para la voz que escuché. Eran practicamente dos adolescentes, un joven y una joven. Ambos me miraban estupefectos, como si nunca hubieran visto a alguien del exterior, pero no dejaban de apuntarnos.

Hice ademán de dejar a Gavrilo en el suelo pero rápidamente aparecieron unas mujeres de baja estatura ataviadas con túnicas sencillas y tal como vinieron, se llevaron a un Gavrilo semi inconsciente sin prestarme la más mínima atención.

-¿Señoras, a dónde van?- pregunté confundido.

La chica joven de la escopeta contestó –Son hermanas, las monjas del pueblo.-

Le devolví la mirada a aquella joven. Tenía un rostro liso, con unos ojos azulados. Una melena rubia un tanto desaliñada. Una boca pequeña...

-Bienvenido a nuestro refugio, siento el percance de hace un momento- dijo una voz varonil desde otro lado. Era el tipo que nos había estado disparando, rifle en mano.

–Ven por aquí.- No supe reaccionar. –Venga ven, no te quedes ahí parado como un pasmarote, tienes que explicarme muchas cosas.-