La justicia universal existe. Todos acabamos muertos o UNDEADS

Vivir sin motivos

jueves, 24 de diciembre de 2009

Seguía los pasos de aquel hombre sin poder borrar de mi mente aquel rostro. No paraba de hablarme pero apenas le escuchaba, estupefacto y mirando hacia todos lados. No me encontraba en una iglesia, sino en un monasterio de clausura. Mientras recorríamos aquellas salas gigantescas de piedra maciza, puede ver como en la parte central del edificio había un patio interior inmenso que hacía la función de huerto. Aquel tipo no paraba de contarme cómo se autoabastecían, qué tipos de cultivos tenían, todo ello dentro de un silencio sepulcral. Todo el mundo parecía tener una función. No eran muchos, pero todos estaban ocupados en alguna labor, todos en silencio... Algunos se daban cuenta de mi presencia y se quedaban inmóviles durante unos segundos, para volver luego a su trabajo, con la misma mirada desilusionada que ofrece una condena a muerte.

Si alguna vez mis ojos brillan así, espero encontrar mi final.

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