La justicia universal existe. Todos acabamos muertos o UNDEADS

Gavrilo

jueves, 15 de octubre de 2009

Seguí mi camino por la llanura. La cúpula del cielo sutílmente empezó a cambiar de color. Estaba amaneciendo en un claro día de Octubre. Mis bohemios pensamientos desaparecían con la claridad. Con la medicación nunca podía divagar.

Intentaba ir hacia el Este. No tenía claro el motivo de por qué iba en esa dirección, pero ya no tenía sentido volver hacia el Oeste en donde apenas brillaba una luz. El sanatorio ardía bien en el horizonte.

Era el momento de dirigirse hacia la carretera y encontrar alguna señal de tráfico que me indicara mi situación en la península. Durante toda la noche no había habido ni un solo coche por aquella carretera. No sabía si realmente era poco transitada o tenía algo que ver el incidente del camión.

Sólo me acercaría a la vía si divisase algún cartel. El asfalto es el último sitio donde uno ha de permanecer si desea pasar desapercibido. Normalmente no me importaba lo que ocurría en la sociedad, ni tan siquiera las vidas ajenas pero algo debía haber pasado para que nos dieran barra libre en aquel centro de salud mental. Quien sabe si había estallado una guerra civil o quizás una guerra mundial.

Pude ver una señal de tráfico a lo lejos. Estaría a unos 200 o 300 metros. Los rayos de sol impactaban en mi retina cegándome. Debería acercarme bastante más si quería leer algo. Posiblemente durante la noche pasé de largo más señales de tráfico, pero no podía exponerme tanto. Mis teorías de momento estaban dando resultado.

Saqué el mapa del interior de mis pantalones. La verdad es que estaba ansioso por saber mi ubicación. Casi ya podía leer la señal. Una extraña sensación me hizo volver la mirada hacia atrás.

Alguien me había estado siguiendo. Aquellos pensamientos profundos de la noche habían dispersado mi precaución, “¡maldita sea!”.

Se percató de que le había visto. No realicé ningún movimiento. Fue entonces cuando se irguió y levanto un brazo al cielo saludando. No sonreía, pero su paso era tranquilo. Caminaba bastante sucio, con la ropa y piel casi cubiertas de un polvo negro. No era un chamuscado salvaje. Supuse que era hollín.

Sabía desde dónde me seguía. Iba vestido igual que yo.

Me tendió amistosamente su mano negra.

-“Hola, me llamo Gavrilo”.




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3 comentarios:

Anisakis dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Me encanta el nombre, Gavrilio. No creo que lo hayas puesto por casualidad.

Kepler dijo...

El comentario que aparece como suprimido lo ha borrado su autor, no yo.