La justicia universal existe. Todos acabamos muertos o UNDEADS

Libra

lunes, 5 de octubre de 2009

Permanecí inmóvil, ni tan siquiera me volví a agachar para evitar ser visto. El más mínimo sonido le habría alertado de mi presencia. Era espeluznante como aquella cosa introducía su rostro entre las tripas y las arrancaba de aquel desgraciado.

Intentaba entenderlo, pero nada cuadraba. Un ser humano, aparentemente varón, estatura 1’80 metros y 75 kilogramos de peso. Quemaduras en el 90 % de su cuerpo. Su escasa ropa estaba adherida a su cuerpo como si de una pegatina se tratara. No mostraba síntomas de dolor. Psicomotricidad conservada, incluso demasiado ágil dado su estado. Agresivo. Emisión de gemidos y balbuceos indescriptibles.

Dejó de comer. Por unos segundos creí que me había advertido o un sexto sentido le había revelado dónde me encontraba. Comenzó a olfatear y vio el rastro de sangre que le conducía dentro de mi celda. El muy cabrón estaba buscando más. Se incorporó y lentamente entró en mi habitación.

Qué debía hacer. Era cuestión de segundos que aquel chamuscado se diera cuenta de que en el suelo de mi cuarto sólo había un gran charco de sangre. Entonces saldría como un poseso a reiniciar su festín. Dentro tenía mi comida para la escapada, pero no me podía exponer a una pelea a muerte y menos por ese motivo.

No era miedo, sino estrategia. No debía enfrentarme a cualquier persona que me desafiara. El mundo está lleno de jodidos tarados. Llegué a la conclusión que si esa cosa estaba así, las otras siluetas que vi saliendo del camión en llamas puede que también tuvieran la misma sintomatología.

Estábamos él y yo a solas. Él dentro de mi habitación. Yo en el pasillo. Si me acercaba oiría mis pisadas y saldría. Si huía, ocurriría los mismo. Tuve una idea.

Me quité las zapatillas haciendo el mínimo ruido posible. Lentamente, me fui acercando a la puerta. Estaba ya casi al lado. Llegué y me coloqué entre lo que quedaba del tarado descuartizado y la entrada. La jodida puerta se abría hacia dentro, de manera que tenía que alargar el brazo para coger el pomo. Podía sentir como gemía el muy cabrón. Rápidamente pisé dentro del cuarto con tal mala suerte que mi pie cayó sobre el charco de sangre, llamando la atención del chamuscado. Vi como se giraba. Eso no era humano. Y zas!.

Cerré de un portazo y fijé la estaca como palanca para evitar que la puerta se abriera. Aquel tipo empezó a abollar la celda a hostias. Debía estar muy mosqueado, era una putada en toda regla.

...

Nos miramos a la cara... no podía creérmelo. Nunca vi tanta salvajez, tanto ansia por matar, tanto instinto.

1 comentarios:

Espigol dijo...

Me gusta. Por fin, un poco de sentido común. Te encuentras a un tío quemado y comiéndose a un compañero tuyo y haces lo que es más lógico. Intentar eliminar esa amenaza arriesgando lo justo. Bien hecho Kepler!! Te vino bien esa estaca de Buffy!! Jajajaj

Por cierto, te ha molado la frase de :

"Nunca vi tanta salvajez, tanto ansia por matar, tanto instinto"

Porque has acabado tus últimos posts con la misma :P No que me esté burlando, sólo que me resulta curioso. Siempre es interesante tener una firma propia y la frase hay que reconocer que es potente.